
William Castaño-Bedoya
La historia de William Castaño-Bedoya (1959) parte de su natal Armenia. Un enclave cafetero en Colombia que le brindó una niñez feliz hasta que un improvisado éxodo, del campo a la ciudad, en los años sesenta, los condujo, a una vida de familia proletaria en Bogotá, sofocada por las carencias y la desventaja social. Tenía tan solo seis años.
William es considerado como un escritor profundo y vivencial que representa la singularidad de lo humano.






1970 – 1975
Su adolescencia y juventud transcurrieron en medio de la aventura y la exploración. Su salida del hogar, a los 14 años, le ayudó a ver la cara de la bondad en una familia de apellido Cujia, afincada en un colegio fundado por curas belgas en el noroccidente de Bogotá, que al percatarse de que para el segundo de bachillerato sus padres no tenían para su matrícula, le acogieron, y lo llevaron a vivir con ellos y estudiar unos años becado.
Desde su temprana adolescencia, sus escritos pululaban en medio de una producción anárquica y descuidada. Lo hacía en cuadernos de cuarenta páginas y en pequeños trozos de hoja, pues prefería escribir con letras diminutas para poder rendirle más a los espacios que brindaba cada pequeña página. Escribía casi siempre con lápiz para poder borrar y corregir.
En secundaria, William Castaño-Bedoya dibujaba por encargo los rostros de vivaces muchachitas. Lo hacía con tinta china usando la técnica del puntillismo, inspirado por su admiración a Salvador Dalí, o en carboncillo, emulando atrevidamente la maestría de Omar Gordillo y su serie “Caras de niños de la calle”. La creación de acrósticos dedicados a sus idílicas pretendidas y las de sus amigos o recomendados, ayudaban, de a poco, su sustento de pipiolo por muchos años. Su prestigio dentro del círculo colegial creció como dibujante e inspirado, pues cada acróstico llevaba finos ornamentos pintados a mano con algunos sonetos o poesías. Los creaba, dibujaba, y luego los entregaba parecidos a papiros enrollados. Era un trabajo muy juicioso, que ejecutaba hasta las madrugadas, acompañado por sus hermanos que sucumbían de sueño sobre la mesa. Ellos, sus padres — Gilberto y María Sucel—, y sus siete hermanos, — Gilberto, Luz Helena, María Eugenia, Gloria Teresa, Cesar Augusto, José Elías y Juan Carlos—, fueron sus escuderos. Ellos, aún guardan algunas pinturas de esa época. La plástica era su aspiración primaria.
1976 – 1977
Durante quinto y sexto de bachillerato tuvo la fortuna de ser alumno de un iluminado por su nobleza y pasión por las letras. Se trataba de Fernando Parra Gallego, un personaje fascinante que ungió como el profesor de literatura y filosofía en el Paulo VI. La bohemia literaria creció así desde su adolescencia, cuando cursaba cuarto de bachillerato y competía para ganar cada año la ambientación de la mejor cartelera literaria, junto a sus compañeros de cuitas José Wólfram y Carlos Alberto. Por esa época, William Castaño-Bedoya era buscado para pintar, escribir poemas y ayudar a sus amigos con el análisis literario de obras que debían leer. Su secundaria completa tuvo sentido por esos años bohemios donde un grupo, entre ellos el profe, bebían aguardiente o cerveza mientras disertaban sobre algún novel. Allí, las tertulias juveniles se pasearon por Virgilio y su Eneida, por Dante y sus mundos en La divina Comedia, por Homero y su no fácil Ilíada, al igual que por personajes como Jesucristo, Don Quijote, Mahoma, Laotse y Confusio por mencionar algunos. No faltaron los saltos hacia grandes contemporáneos como Pasternak y su Doctor Zhivago, por Dostoevsky y su Crimen y Castigo. Allí, encontró su gran admiración por Victor Hugo y el deleite de la sencillez y genialidad de El lazarillo de Tormes. El sumergirse en la genialidad creativa de autores de obras como Las uvas de la ira y las afujías sociales de John Steinbeck, El esclavo en la Polonia del Siglo XVII de Isaac Bashevis Singer, por mencionar algunas, le dieron ímpetu para planificar sus propias obras décadas después. En sus años jóvenes no le faltó, actuar en el teatro improvisado de los centros literarios, algunos fragmentos de La celestina de Fernando de Rojas.
1978- 1983
A sus 17 años ingresó a una importante empresa nacional afincada en el centro de Bogotá a minutos de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, donde adelantaba, en paralelo, sus estudios superiores. El sumergirse en el estudio alternado con el trabajo le formó como comunicador y publicista mercadotecnista. Su historia lo introdujo de lleno al mundo corporativo pues le apremiaba la necesidad del sustento no solo para sí, sino para su numerosa familia de quien era uno de los mayores. El fruto de su trabajo, de alguna manera, acompañaba el esfuerzo que hacían sus padres. Por un lado, Gilberto vendiendo mercancías en las calles bogotanas, y por el otro, María Sucel limpiando pisos en encumbradas empresas o en casas de familias adineradas de la Bogotá de otrora. A sus estudios profesionales sumó especializaciones como Escenografía y Producción de Televisión en la Universidad Javeriana de Bogotá, estudios que complementó con formación en análisis de paquetes estadísticos en la investigación y los mercados, redacción comercial y publicitaria y manejo de mandos medios entre otras especializaciones.
Su trabajo como asalariado en Colombia, le permitió conocer el mundo de los negocios y sus frivolidades. Sin embargo, y no menos importante en su naturaleza creadora, logró adentrarse en la práctica del folclor, que lo condujo a comprender a profundidad las fusiones e influencias que conforman la identidad de los colombianos. Así pues, mientras trabajaba y estudiaba, se hizo bailarín durante varios años y se sumergió en el ambiente de ensayos, que culminaban con la asistencia a festivales nacionales y concursos como preámbulo a un gran espectáculo anual, que, por lo general, era ofrecido en el Teatro Jorge Eliecer Gaitán de Bogotá.
William Castaño-Bedoya nunca fue profesional del baile, pero tuvo el privilegio de bailar al lado de grandes figuras que, en colaboración llegaban por temporadas desde el Ballet de Colombia de Sonia Osorio (1928-2011) y también del Ballet Folclórico Colombiano de Ligia de Granados. La experiencia de los ensayos, dirigidos por el coreógrafo Colombiano Óscar Armando Jiménez, fue fundamental para él y para valorar el largo aliento del arte y sus preliminares. Por esos días universitarios, William también experimentó el teatro acudiendo a grupos de entusiastas y llegó a participar en la puesta en escena de Los Fusiles de la madre Carrar, de Bertolt Bretch, personificando un pírrico papel de herido que lo hizo actor por tan solo dos minutos, en un teatro de Chapinero en Bogotá.
En medio de esa experiencia, Gilberto Castaño, su padre, sucumbió ante el mundo en 1983 con tan solo 62 años, dejando su familia acéfala de patriarcado, y a María Sucel viuda con tan solo 42 años comandando la vida de ocho hijos de los cuales William, segundo hijo apenas tenía tan solo 24 años y Gilberto, el mayor, con solo 25.
William había madurado relativamente como pintor, pues alternaba la pintura con su trabajo, su estudio y su actividad folclórica. Un día, se atrevió, recomendado por una funcionaria de la empresa, en el área de relaciones públicas, a presentar sus pinturas a una galería cercana al recién abierto Unicentro en Bogotá. Le propusieron que les llevara una obra por semana a cambio de treinta mil pesos colombianos, pero en ese momento su salario era de doscientos cuarenta mil pesos y el cambio no justificaba dejarlo todo para solo pintar. El sustento de su familia agrandada y acosada por la necesidad era más importante y entonces decidió seguir a la sombra de la empresa privada que le pagaba comparativamente un poco más. En la empresa se desempeñó como codificador de sistemas y luego como ajustador de siniestros en seguros de automóviles. Se hizo notorio dibujando presentaciones gerenciales, así como escribiendo colaboraciones literarias para la revista de la institución, en la cual fue participando paulatinamente, siendo llamado por la gerencia de Marketing donde termino siendo analista. Su meta por ese tiempo era ser Gerente General de Publicidad, posición a la que apostó sin éxito. Irónicamente a ese cargo vacante vincularon un «suertudo» recomendado político.
1980 – 2010
Sus primeros años en los Estados Unidos fueron similares al de millones de inmigrantes que viven indocumentados. Así fue, barriendo y trapeando pisos en centros comerciales de madrugada, lavando platos en clubes judíos de golf donde también era “busboy”, al igual que cubriendo el turno nocturno de negocios convenientes de víveres de donde hubo de salir debido a los acosos por redadas de inmigración en esos años. Con el trascurrir de los días, y después de una tozuda petición de oportunidad, que duró varios meses, se le permitió formar parte de un grupo de técnicos y comunicadores que conformaban La Voz de Colombia, unas horas de programación radial con sabor a Colombia para los colombianos, donde la voz principal era liderada por don Eucario Bermúdez (1924-2019), prestigioso Periodista y uno de los pioneros de la radio colombiana en Estados Unidos, y a quien, años después le editó sus dos libros autobiográficos. El rol de William en La voz de Colombia era escribir anuncios publicitarios que ventas producía a diario. Así pues, de a poco se fue dando a conocer entre clientes de la radio a quienes les ofrecía adicionalmente la mejora estética de sus logotipos y remozar sus panfletos publicitarios. A finales de los ochenta conoció a Dora Luz Longas, también publicista y gran emprendedora y nieta del maestro Horacio Longas (1898-1981), prestigioso pintor de vieja data en Colombia y Antioquia, de principios del Siglo XX. Dora Luz acompaña su existencia desde entonces siendo hoy padres de Willie Jr. y de Camila.
Durante más de tres décadas en los Estados Unidos la carrera corporativa de William creció y se especializó. En la última década logró entender la fusión de la tecnología y el marketing, llevándolo a ser gestor de plataformas de comercio electrónico en múltiples países y a desarrollar y dar servicio a plataformas multinacionales para corporaciones americanas y latinoamericanas.
2012 – Present
En el ínterin de su trabajo corporativo, en 2012, William Castaño-Bedoya fundó el grupo literario Book&Bilias, que buscaba, dentro del árido ambiente literario de Miami, ayudar a varios escritores latinoamericanos a profundizar sobre sus obras y propender algunos pasos juglares de las mismas. Quedó de Book&Bilias una huella importante pues, además de trabajar en profundidad la cosa literaria en encuentros semanales, William logró diseñar y editar novelas como La música del olvido, fuga en sol menor para cuarteto imperfecto, Niño de agua y las mariposas del escritor colombiano Janiel Humberto Pemberty; La chica del Nogaró y Las alas del cóndor (segunda edición) del escritor chileno Hernán Orrego; el poemario Paraíso de John Jairo Palomino; Por el revés somos de mentiras, homenaje en vida a la poeta Martha Sepúlveda Góngora; el libro de crónicas de viajes: Te espero en la frontera de Enrique Córdoba Rocha; los libros autobiográficos: Crónicas de un exilio voluntario y El talento no se jubila de Eucario Bermúdez; así como el libro de cuentos Isabella y el abuelo de Manuel Gómez Sabogal.
Luego de gratos y productivos momentos y quizás fatigada por ingentes esfuerzos por buscar editores para sus novelas y las de sus amigos escritores, Book&Bilias entró en silencio en el 2016. Sin embargo, en épocas de pandemia, 2020-2021, junto a Camila Castaño, su hija, se propusieron rescatarla ya como una empresa que daría visibilidad al trabajo literario de William que por años reposa en anaqueles sin ninguna actividad de tertulia y así abrir espacios a su creación literaria. La nueva etapa de Book&Bilias se basa en un plan de trabajo que incluye la búsqueda de resultados en el corto, mediano y largo plazo.
«Cuando la condición humana es la que induce directamente el éxito o el fracaso del quehacer del ser humano, quien no evoluciona retrocede… Así mismo, aunque la frivolidad es en la actualidad la que rige los mercados, sus resultados son finalmente consecuencia del influjo del hombre.» Esa es la esencia del mundo corporativo según lo plantea William Castaño-Bedoya en esta novela, que nos narra la existencia de HansennBox, una empresa que posee el potencial suficiente para ser una de las más importantes del mundo.
Ethan, su gerente vitalicio, y Oliver, un asesor externo, protagonizan ese microcosmos en un rincón del sureste de los Estados Unidos. Los dos se desempeñan bajo el mando de un empresario de talante sombrío, que los sumerge en episodios de desconfianza mutua, egocentrismo e inseguridad. La vida de los personajes se ve afectada sistemáticamente por el peso de ideologías extremistas y por la omnipresencia de una solapada doble moral. HansennBox surfea al paso de las circunstancias que le impone el destino en una época histórica en la que el comercio electrónico emprende un avance aplastante y sin retorno.
2012 – 2016
En Flores para María Sucel, mediante la ambientación de los exilios del ser, representados por Gilberto en sus frecuentes huidas de su realidad, entrega una novela que enseña el trasegar de varias generaciones por una Colombia difícil. Siempre hay una continua observancia de las causas que hacen a los personajes únicos, sin perder su universalidad. María Sucel, representa a la mujer latinoamericana que lucha por la supervivencia de su familia, sacrificando su propio derecho a ser feliz.
Flores empezó a ser estructurada en la sala de urgencias del hospital donde falleció María Sucel, y luego, se trasladó al viejo Caldas, donde William Castaño-Bedoya viajó en 1994 a indagar la vida de una generación pasada a María Sucel y Gilberto, siguiendo los pasos de los bisabuelos. Escribió mayormente aprovechando segmentos de tiempo que le brindaban constantes viajes a países del continente. Escribía en los aviones y en los hoteles donde se hospedaba. William decidió mimetizar la novela con un alto contenido de ficción pues no quería hacerla autobiográfica, sino destacar aspectos de la condición humana, condición que ha destacado su trabajo literario. Así pues, Flores para María Sucel se convirtió en una pieza de ficción histórica que conserva momentos reales en los que se destaca la muerte de María Sucel, fallecida en 1993, víctima de una mala práctica médica en una encumbrada clínica de Bogotá. La mala práctica llegó cuando hacía exámenes de rutina previo a su viaje a los Estados Unidos donde se uniría con William. La novela fue terminada en el 2006 con la impresión muy corta de ejemplares que sirvieron para su presentación entre amigos en la librería Books & Books de Coral Gables. Sin embargo, la novela se guardó y fue con Book&Bilias que se desempolvó y se le hicieron algunos retoques de estilo ayudado por sus amigos.
2012 – 2016
En Los monólogos de Ludovico, se demuestra el gran impacto de la frustración y sus generalidades, y cómo la impotencia y el destino recrean lo absurdo, lo incierto. William Castaño-Bedoya logra escenificar el impacto que surte la llegada de seres con diferencias al espectro de esa normalidad que comúnmente conocemos. Ludovico no hubiese sido posible si el autor no hubiera estudiado a personajes similares por muchos años antes de emprender el trabajo de su novela.
Novela de ficción psicológica, que recrea a Ludovico, un personaje que narra en monólogos su visión del mundo pese a tener limitaciones mentales a causa de una condición hereditaria de daño mental. Los monólogos de Ludovico es la segunda novela con que nos sorprende William Castaño-Bedoya. En esta obra, el autor reafirma sus dotes de recreador de la profundidad humana.
En la obra, poco a poco, Castaño-Bedoya nos va llevando por el mundo de Ludovico. En un comienzo el lector podrá pensar que se trata de un personaje que se propone mostrarnos su limitado y aburrido mundo, pero en la medida en que el relato avanza, vamos descubriendo un orbe primario y elemental al que no le faltan sus interpretaciones, sus sentimientos, su compasión y sus pasiones. No obstante, la grande y dolorosa paradoja de esta novela es que el lector enfrenta el drama que Ludovico padece y le cuenta de manera inconsciente. El drama de su vida, restringida por su escasa comprensión, por su visión desobediente y su oído torpe, que lo condenan a un entendimiento fraccionado que él trata de llenar con su fantasía. El drama de quien lleva adentro una insospechada ironía y cuya simpleza nos lleva de forma inesperada a las fronteras de la risa y el llanto. Ludovico vive, como un velo invisible, la doble carencia de expresar su mundo y de entender el de afuera.
2023
El trabajo literario de William Castaño-Bedoya se ha profundizado en diferentes frentes. En evolución se encuentran varios trabajos de ficción corporativa y ficción política, siendo la más avanzada la novela Los Mendigos de la Luz de Mercurio — We the Other People—, la cual viene siendo trabajada desde hace varios años y será editada para finales de mayo de 2023. De Ludovico, William ya realizó la adaptación para teatro, en una apuesta de teatro clásico, proyecto que será propuesto a productores en los Estados Unidos y en Latín América. Igualmente, William realizó la narración de Los Monólogos de Ludovico, en un trabajo que catapulta esta novela como una pieza indispensable dentro de la modalidad de audiolibros.
Pese a que su obra no ha sido expuesta comercialmente ni ha sido difundida hasta ahora, William Castaño-Bedoya fue reconocido en 2016 con la Medalla del Mérito Literario que la Gobernación del Quindío, confiere a sus ciudadanos. Los trabajos de William están siendo traducidos al inglés pues serán presentados al publico americano en el invierno de 2022. En 2019 William decide abandonar del todo el mundo corporativo y sumergirse por completo en la literatura, oficio que ejerce con esmero desde la libertad de sus pensamientos. William es ciudadano Colombo Americano y reside, junto a su familia, en la ciudad de Coral Gables en el Estado de la Florida.