NovedadesWilliam Castaño-Bedoya, el escritor Quindiano que convierte los exilios en obras literarias

William Castaño-Bedoya, el escritor Quindiano que convierte los exilios en obras literarias

Autor original: Héctor Javier Barrera Palacio · © 2021 La Crónica Del Quindio

«Quizás no soy el mejor escritor, pero siento lo que escribo”, eso es lo que afirma, con cierta modestia, el quindiano William Castaño-Bedoya, porque sus novelas están llenas de humanidad, ya que cuando se le mete un tema en la cabeza, suele escarbar en lo profundo de sus personajes para desnudar la complejidad de esos seres en sus textos.
Así lo hizo con la novela que tituló Flores para María Sucel, que es una parodia en ficciones de la vida de sus padres. Para escribirla, recorrió, después de la muerte de la mujer que le dio la vida, varias poblaciones del Eje Cafetero para investigar sus raíces. Su segundo libro lo bautizó Los monólogos de Ludovico y es una novela de ficción sicológica que se asemeja, en cierta medida, a obras tipo La metamorfosis, de Franz Kafka o en Ojos de perro azul, de Gabriel García Márquez. Allí aborda el complejo mundo interior de un hombre con una condición mental hereditaria que lo acerca a los terrenos de lo absurdo y que forma parte de una familia acomodada. William, ya finalizó la adaptación de su novela, para que esta obra sea llevada al teatro. Desde la ciudad de Coral Gables en Florida, Estados Unidos, donde vive con su familia, dialogó con LA CRÓNICA.
¿Qué motivos llevaron a su familia a irse de Armenia para Bogotá cuando usted apenas tenía 6 años?
Mi papá fue uno de los fundadores del barrio El Paraíso de Armenia, capital del departamento del Quindío en Colombia. Él manejaba, desde la galería de Armenia, el comercio de los granos en la región. Mi progenitor entró en decadencia por varias circunstancias. Recuerdo que estando yo muy pequeño, los ladrones nos vaciaron la casa, y supe, por mi mamá, que él tenía otra mujer y quería escapar de esa situación para no perder el hogar. Él era un paisa, de corte machista en cuanto a sus aventuras románticas y acostumbrado a las infidelidades, más que todo en la galería, donde mantenía rodeado de mujeres, de grilles y de todas esas cosas mundanas. Todo eso fue creando una inestabilidad. Ahí es donde me refiero a los exilios del ser, porque mi padre fue una persona a la que le llegaron las tribulaciones de su vida, pero en vez de enfrentarlas y ponerlas en orden, prefirió huir y exiliarse en la evasiva, en otras tierras, alejándose de su propio entorno para no estar expuesto a la verdad que galopaba desde la mentira. Sin embargo, y pese a todo, él era un hombre bueno. Cuando llegamos a la capital estuvimos en un barrio muy complejo. Él fue siempre un comerciante, pero allí no contó con suerte porque una gente que se comprometió a hacer rendir su poca fortuna en los negocios no lo hizo y fue perdiendo la poca plata que tenía. Éramos cinco hermanos de ocho que terminamos siendo, más un aborto que mi madre se practicó a escondidas de mi padre, cansada de tener tantos hijos en medio de la pobreza. En esos años, como en estos, abortar era censurado por familias muy tradicionales y por la iglesia católica. El aborto ha sido clandestino siempre en Colombia. Lo cierto es que llegamos a Bogotá y nos enfrentamos a una pobreza impresionante e hicimos parte del éxodo interno que hay en Colombia. De todas maneras, mi padre huyó porque era infiel y su relación ponía en peligro su hogar y también porque estaba amenazado por delincuentes que venían creándole un ambiente hostil con sus finanzas. El delito en Colombia, la vacuna como se le dice hoy y el asalto a la gente de bien ha sido una constante siempre.
¿Qué fue lo que se vino a buscar al Eje Cafetero cuando su madre murió para escribir su novela Flores para María Sucel?
El día que murió mi madre en Bogotá, a raíz de una mala práctica médica, yo llevaba cinco años como residente en Estados Unidos. Antes de eso me llamaron a decirme que ella estaba hospitalizada porque se fue a hacer un examen de la vesícula y en vez de pincharle esa parte le pincharon el páncreas. A los cinco días murió, yo alcancé a viajar a Bogotá a verla y ella, al sentirme quizás, abrió sus ojos y se despidió de mí con su mirada en su lecho de muerte, murió en esos mismos instantes con tan solo cincuenta y dos añitos de vida; era una pipiola con ocho hijos. Su muerte, desde el momento de mi llegada la clínica donde la encontré entubada y sedada sucedió en cuestión de horas o minutos. Desde entonces, me propuse escribir sobre su vida y a la vida de mi viejo. No quería que fuera una biografía escueta, entonces me propuse novelarla y, al tono, con la metodología de estudio de grandes escritores como García Márquez —que hacía investigaciones profundas para sus trabajos como buen periodista que era—, me propuse emularlo y hacer ese trabajo de investigación del entorno de mis familiares y de sus pueblos. Lo hice yendo al Viejo Caldas porque quería averiguar sobre la vida de la abuela y de los papás de los abuelos, de dónde venían, para dónde iban, sus costumbres y todas esas cosas que los hacía sentir personas en lo humanístico, que es lo que me ha interesado. Hice ese viaje buscando todo eso, pero también persiguiendo mi yo interno, porque hacía muchos años que me había ido del Quindío, salí con tan solo seis años, y eso me llevó a andar por Manizales, por Armenia y por Pereira. Ahora visito barrios de la capital quindiana como Corbones, Quindío y Granada y los veo un poco lacónicos, como suspendidos en el tiempo, pero conservando la pureza de sus habitantes. Estaba deshaciendo pasos en ese recorrido para reconstruir esa historia de la tercera generación de mi familia, que era la de mi mamá.
¿En su círculo cercano convivió con personas que tuvieran condiciones mentales hereditarias como los del personaje de su novela Los monólogos de Ludovico?

Como te comenté, las obras de personajes como Kafka y Gabo fueron analizados antes de darle forma a ese personaje que tenía pensado desde hacía muchos años y que abordaría el universo de lo absurdo. En mi inmersión al personaje también hice charlas y consultas a Psicólogos para que me dejaran acercar al mundo del comportamiento, sin ser ellos iguales entre si. Mis temores, con este personaje fantástico, era si abordar o no el tema de su sexualidad, lo cual terminé haciéndolo pues forma también parte de sus vidas. según, las impresiones de mi amiga psicóloga, brasilero-americana, Sonia Gimenes, autora del libro: Violencia Doméstica, cómo romper el ciclo, editado por ECOE Ediciones, mi personaje, aunque tuviese una edad de unos cuarenta y cuatro años, bien pudiera manejar un desarrollo psicológico de un niño de posibles diez o doce años, pero, sin embargo, su sexualidad pudiera obrar como la de cualquier adulto pues obedece a estímulos mas bien instintivos o innatos. Me inspiraron también el seguimiento dedicado que hice, por años, de personajes como Ludovico, pues, cerca de la familia hay un personaje muy querido que tiene una condición que no es autismo ni síndrome de Down, sino que es algo relativamente nuevo y que llama la atención de la que la comunidad científica, esa condición se llama “Fragile X Síndrome”. Lo menciono, pues, aunque no hay un diagnóstico científico que así encasille a mi personaje, si hay perfiles en él que me hacen pensar, que, su personalidad fascinante y su ética de vida lo ubica en esas condiciones. Tengo un amigo muy cercano en Estados Unidos, de origen mexicano, que tiene un hijo con un autismo severo que lo hace muy agresivo, por lo que debe mantener en un lugar especial, él sufre el desasosiego junto con su esposa e hija, desasosiego que les durara toda su vida. Aparte, tengo una amiga costarricense que conocí en un vuelo San José a Miami, que también tiene hijos así. Otro gran amigo, colombiano de origen, tiene un hijo con problemas similares, todos ellos son merecedores de la consideración y el respeto, pues toda su vida se ha volcado a su cuidado y a la esperanza de lograr mejoras en sus comportamientos. Son familias que sufren esos problemas genéticos hereditarios y la única esperanza que tienen es que la vida pase, convirtiendo su sufrimiento en felicidad y en sus razones de ser. Estas personas son gente con gran valor humano a la que aprecio y considero desde lo más profundo de mi ser. En algún momento, mientras escribía la novela, durante un lapso de dos años, estaba con la idea de titularla Cuando los viejos mueran, en un homenaje a ellos, pensando con afán en las circunstancias rodean a los Ludovicos, que alcanzan edades adultas avanzadas o en sus edades tempranas y los viejos que los cuidan se van de este mundo. La mayor preocupación de los padres de personajes como Ludovico es morir primero y dejar a sus hijos en desamparo. Los Ludovicos que a mi me ocupan en la obra son aquellos que siguen siendo niños a los cincuenta o inclusive sesenta años de edad a los que la orfandad los condenaría al desamparo total. Hay Ludovicos solos en este mundo que viven en la miseria, lo se y los veo en los pueblos y ciudades de Colombia y de muchos países que he visitado.

Debo aclarar que todo cuanto sucede en Ludovico es ficción psicológica y no representa en ningún momento a personajes reales, pero si a las realidades que de ellos aprecio y de quienes los cuidan y los aman. Como quiera que sea la ficción llega a ser una realidad bien contada. A Ludovico lo creé como un personaje que no tiene grises, o es blanco o es negro en sus cosas conceptuales, las cosas que le suceden o son buenas o son malas. Ludovico es un personaje que forma parte en una familia acomodada económicamente y resulta que no le falta nada, le sobra amor, pero internamente padece una gran frustración pues alcanza a ser consciente, de que no se puede comunicar y le toca regirse por unos códigos del habla que son casi onomatopeyas, porque no articula palabras o las pocas que usa para expresarse son muy repetitivas, es como si viviera en el mundo con cincuenta frases con las que se defiende para todo. Me puse a pensar que la mejor forma de crearlo era con un monólogo interior, como si tratara de expresar las cosas, pero no pudiera. Cuando voy por la calle y veo a una persona con limitaciones acompañada por sus familiares, veo que esos son los Ludovicos que me inspiran. Cuando voy por las calles de Miami o de cualquier lugar del mundo y veo jóvenes y viejos drogadictos suspendidos en sus locuras alucinantes de las que no pueden regresar a la realidad, veo también a los Ludovicos que no nacieron así, pero que se hicieron por muchas circunstancias de nuestra modernidad.

As a graduate of Florida International University (FIU) and holder of a Bachelor of Business Administration in Marketing and certification in social media and digital marketing analytics, Camila leads Book&Bilias. This business challenge is parallel with her growing work experience in other corporations. Camila commits to maximizing the potential of her father’s work by creating spaces for its current and future creation, ensuring its expansion in international markets and its application in areas such as dramaturgy with evolutions in film and theater.

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