Expresiones del autorUNA CRÓNICA DE TRES MILLAS SOBRE AUTOS, ARANCELES Y LA ECONOMÍA DEL ESTRAMBOTISMO.
Crónica de tres millas

UNA CRÓNICA DE TRES MILLAS SOBRE AUTOS, ARANCELES Y LA ECONOMÍA DEL ESTRAMBOTISMO.

Autor: ©2025 William Castano-Bedoya

EL RUGIDO DEL MOTOR AHOGADO: EL VUELO SUICIDA DEL ÁGUILA CALVA

Y entre respiros, pensamientos rumiados y nubes que cambian de forma, durante mi caminada de hoy, me asaltan muchas inquietudes que traduzco en razonamientos: ¿Cómo se puede destruir una industria propia haciéndole creer a la gente que la está salvando? ¿Será que el águila calva se cree iluminada, destinada a alborotar el mundo con su vuelo para luego reinar bajo un nuevo orden global? ¿O será, más bien, que se piensa única en el cielo, exclusiva en su existencia, ciega ante los otros animales que también dominan el aire, la tierra y los símbolos?

Bajo el disfraz del patriotismo económico, se anuncian tarifas de hasta cien mil millones de dólares sobre automóviles y partes importadas.

Pero, intuyo, como un simple consumidor raso, que tengo un carro por necesidad más que por otros valores. —por lo mucho que he visto en el mundo, en sus negocios, tratados y en la realidad misma de las naciones— que el resultado no será ni una reactivación inmediata del empleo que, entre otras cosas, es bajo y se acentuará con la espantada de los inmigrantes que cubren la labor americana, ni una verdadera revitalización del tejido industrial. Porque, con carros importados o ensamblados localmente, el público no comprará más vehículos de los que ya consume. Los índices de crecimiento no serán agresivos, sino que seguirán respondiendo a la dinámica del mercado por la llegada anual de nuevos conductores y el abandono del volante por parte de la población adulta. El recambio, sin embargo, espera más presencia de vehículos eléctricos y menos de automóviles convencionales. No es lo mismo comprar en el futuro un carro de casi un millón de piezas y gasolina —que afecta al planeta y a la salud humana por la combustión de alquitrán en los vecindarios— que un Tesla o un BYD, que tan solo requieren de cargas cada día más veloces y expandidas por el mundo, así como de un mínimo de atención.

Desde que era pequeño, aprendí a pensar mientras camino y escribo crónicas de tres millas en mi blog, además de novelas de ficción. No es la fábrica la que dinamiza el mercado: es el consumo. Y el consumo, lejos de aumentar, tendrá una tendencia a la baja, precisamente por el encarecimiento de los precios. A mi juicio, esto —lejos de ser una expansión del mercado— es una inflación estratégica que se disfraza de soberanía. Es, más bien, una tormenta perfecta que golpea al consumidor, aplasta la innovación y amenaza con aislar al país del comercio global del automóvil.

A ello se suma un cambio de comportamiento. Los hábitos estadounidenses, tradicionalmente basados en renovar el vehículo al terminar un contrato de leasing o al final de una financiación, están cambiando. Esta vez, muchos propietarios optarán por conservar sus carros viejos, no por nostalgia, sino porque el salto económico hacia uno nuevo resulta casi prohibitivo.

Los fabricantes internacionales, obligados a instalar fábricas dentro de los Estados Unidos para evitar los aranceles, al contrario, en vez de verlo como una obligación, aprovechan la invitación abierta para invadir el mercado y ejercer presión, en su propio campo de juego, sobre las marcas históricas como Ford, GM o Chrysler; el pastel que antes era del águila calva, lo devorarán también los leones, los dragones, los gallos, las águilas imperiales en una sola mesa de comedor. Todos han sido invitados al banquete, sin que nadie haya calculado el costo.

¿Acaso se han abaratado los BMW del águila imperial que se ensamblan desde hace años en el suelo de la ahora odiosa águila calva? No. A pesar de recorrer menos millas hasta el concesionario, el precio final sigue blindado por el prestigio de marca y la complejidad del ensamblaje. El ensamblaje local no ha significado un beneficio directo para el consumidor en términos de precio, y menos aún en un contexto de inflación y tarifas cruzadas. Ellos no cargan con el peso de la guerra comercial. No pagan el precio del ego. Solo observan, se posicionan y avanzan. Lo que para unos es una tragedia industrial, para otros es una jugada maestra de expansión. ¿Quién gana? Ellos. ¿Quién pierde? Las marcas de Detroit.

Ford, GM y Stellantis fabrican vehículos o partes en países como México, Canadá, Argentina, Brasil, Alemania, España, Italia, Polonia, Corea del Sur y China, lo cual pone a esas mismas fábricas en riesgo si los gobiernos de dichos países deciden cortar las alas a las marcas estadounidenses en represalia. Además de agredir frontalmente a México y Canadá —socios históricos—, esta política lanza una señal hostil a Europa y Asia, desafiando el equilibrio productivo global que las propias empresas construyeron durante décadas. Ese es el gran peligro desestabilizador que acecha desde el otro lado del muro comercial. Porque el proteccionismo disfrazado de grandeza solo encarece la vida y empobrece el porvenir.

Y el golpe final, como siempre, cae sobre los hombros del ciudadano común. Cada automóvil que un estadounidense quiera comprar podría costar unos diez mil dólares más. Porque los aranceles, al final del camino, siempre los paga el consumidor. Las fábricas no absorben ese peso; lo trasladan. Y así, lo que se suponía era una política de protección, se convierte en un castigo para quien solo quiere un vehículo confiable, eficiente y asequible.

Y con cada paso, al compás del aire primaveral de este abril de 2025, me trago esta reflexión. No puedo dejar de pensar en el águila calva. Ese símbolo que una vez voló alto, con orgullo y horizonte, ahora ha cambiado de naturaleza. Ya no planea. Ya no observa. Ahora embiste, depreda, incluso dentro de su propio corral. Se ha convertido en un animal que no caza por hambre, sino por impulso. No distingue entre el zorro y el cordero. Ataca por ego, por demostración, por una especie de embriaguez de poder. Y en ese acto, hiere a los suyos, lesiona a quienes deberían ser protegidos.

Me pregunto si este país, que durante décadas construyó su fuerza sobre la libertad de mercado y la confianza en la competencia global, se reconoce en esta conducta. ¿Qué fue del credo conservador que veneraba los principios del libre comercio, la mínima intervención, la eficiencia sin trabas?

Lo más desconcertante es que este modelo fue elegido. Los votantes, muchos de ellos consumidores, depositaron su confianza en quien hoy convierte la economía en un campo de batalla. Es como si el país entero se hubiera amarrado al volante, decidido a estrellarse contra un muro tarifario sin frenos ni preguntas.

Pero cuando el águila lanza su grito desde lo alto, convencida de su soberanía, el mundo aprende a volar con otros símbolos. China avanza con liderazgo en vehículos eléctricos, Europa consolida su innovación, y Estados Unidos se encierra en un proteccionismo que huele a siglo XX. El futuro no se construye con muros ni con tarifas. Se construye con visión, colaboración e inteligencia.

Sigo andando. Tal vez mañana, en otras tres millas, logre entender qué fue lo que se torció. O si, en realidad, el águila alguna vez supo hacia dónde volaba.

¿Te quedaste con ganas de más? Tu próxima historia favorita está a solo un clic.
¡Explora mis libros!

William es un escritor Colombo estadounidense que cautiva al lector con su habilidad para plasmar las experiencias únicas y las luchas universales de la humanidad. Originario del Eje Cafetero de Colombia, nació en Armenia y pasó su juventud en Bogotá, donde estudió Marketing y Publicidad en la Universidad Jorge Tadeo Lozano. En la década de 1980, emigró a Estados Unidos, donde se naturalizó como ciudadano estadounidense y desempeñó roles destacados como líder creativo y de imagen para proyectos de grandes corporaciones. Después de una exitosa carrera en el mundo del marketing, William decidió dedicarse por completo a su verdadera pasión: la literatura. A principios de siglo comenzó a escribir, pero fue en 2018 cuando tomó la decisión de hacer de la escritura su principal ocupación. Actualmente, reside en Coral Gables, Florida, donde encuentra inspiración para sus obras. El estilo de escritura de William se distingue por su profundidad, humanidad y autenticidad. Entre sus obras más destacadas se encuentran ‘Nos Vemos en Estocolmo’, ‘Los Mendigos de la luz de Mercurio: We the Other People’, ‘El Galpón’, ‘Flores para María Sucel’ y ‘Los Monólogos de Ludovico’.

Suscríbete a nuestro boletín informativo

Regístrate para recibir noticias sobre nuestra actividad literaria & lanzamiento de nuevas obras

    Subscribe to our Newsletter

    Sign up to get all our latest updates & book release news