CuentoUna charla con Gustave Flaubert que partió de mi jardín.

Una charla con Gustave Flaubert que partió de mi jardín.

Autor: ©2024 William Castano-Bedoya

CRÓNICAS DE TRES MILLAS · Reflexiones sobre la literatura y la condición humana. 

Estaba pensando en cómo abordar a Gustave Flaubert a través de mis pensamientos, así que le propuse una cita el lunes pasado —justo en el jardín frente a mi casa—. Le sugerí que me acompañara en una de mis caminatas por la ruta del oriente, la que más frecuento, y él aceptó. La cita fue a las siete de la mañana, aprovechando el fresco del día que no afectaría tanto a Flaubert con su indumentaria decimonónica. Y así fue.

Faltaban cinco minutos para las siete cuando llamó mi atención el ruido de los cascos de un equino bretón de pelaje castaño rojizo, con crin espesa y mirada inteligente, lo que le daba un aire de rusticidad y nobleza. Este caballo arrastraba un calèche que lo transportaba; era un carruaje ligero del siglo XIX, de un solo asiento, simple pero elegante, con una capota plegable que podía proteger a Flaubert del sol y la lluvia.

La exigencia de llegar en calèche fue una condición que me impuso porque me confesó que no sabía cómo manejar vehículos, ni siquiera cómo pedir un carro de servicio público. No pude evitar decir que todo lo que él propusiera estaba bien; después de todo, venía viajando desde tiempos inmemorables, desde el año 1857, en su afán por promocionar su trabajo literario reciente en esos años. Me refiero a “Madame Bovary”. También buscaba justificar su novela en otras épocas, pues por esa obra fue inicialmente objeto de censura y desafíos legales debido a su descripción realista del adulterio y su afrenta percibida a las normas sociales. Sin embargo, es sabido que Flaubert finalmente fue absuelto y su novela se convirtió en una piedra angular de la literatura francesa.

Lo vi bajarse del calèche el cual desapareció luego de que el cochero se bajara y cerrara la pequeña puerta. Me impresioné al verlo bajar enroscando la punta de su bigote de manillar, un bigote grueso y prominente de puntas encorvadas hacia arriba, extendiéndose más allá del borde de sus labios. Un bigote voluminoso  a menudo asociado con figuras literarias, artistas y caballeros de la época victoriana. Este estilo le daba a Flaubert un aspecto distintivo y reconocible, acorde con su imagen de intelectual y literato de su tiempo. Flaubert observó el vecindario con curiosidad, comparándolo quizás con su tiempo. Yo lo detallaba, aún sorprendido de tenerlo allí. Émile Zola lo describió perfectamente: «Flaubert es un hombre gigante con una cabeza leonina, un gran bigote y una voz retumbante. Tenía la apariencia de un vikingo, con un cuerpo poderoso y una manera áspera y cordial que desmentía la sensibilidad y el refinamiento de su prosa».

Entonces, decidido, abrí mi puerta y salí saludándolo con mis brazos abiertos. Al verme él se sonrió y me preguntó burlesco:

— ¿Aún la gente suele caminar en esta era? veo que todo el mundo es un perezoso que se mueve a velocidad sentados en sus carros. Le expliqué que los carros modernos son como calèches con motor, inventados por Carl Benz en 1886. Luego, cambié el tema a un asunto más serio: los feminicidios.

— Uhm, me respondió jocoso, — entonces estos carros aparecieron unos años después de que yo me despedí de la vida humana, «— acotó resignado a su propio comentario».

Emprendimos nuestra caminata, y mi interés principal era explorar temas relacionados con los feminicidios. Durante nuestra conversación, mencioné el concepto moderno de ‘feminicidio’, pero Flaubert me hizo notar que en la época de ‘Madame Bovary’ dicho término no existía. La violencia contra las mujeres se consideraba principalmente como asuntos privados o domésticos, y rara vez recibía atención pública o jurídica adecuada, a pesar de los trágicos eventos que ocurren en la novela, como la muerte de Emma.

—  Las mujeres tenían pocos derechos legales y estaban subordinadas a la autoridad masculina, ya sea del padre o del esposo. Afirmó. — La justicia era patriarcal y solía ser indulgente con los hombres que cometían actos de violencia contra las mujeres.

— Hay que comprender el camino del tiempo, le dije, — verás, hoy en día, el término «feminicidio» se utiliza para describir el asesinato de una mujer por razones de género, reconociendo así el componente sistemático de la violencia contra ellas.

— Uhmm, pues mira que el feminicidio, como se entiende hoy, no era un concepto en la época de «Madame Bovary», afirmo Flaubert, — sin embargo, los crímenes que se ajustarían a esta definición sí ocurrían, ocurrían con frecuencia aunque eran tratados de manera muy diferente por la sociedad y el sistema legal de la época.

— ¿Qué te motivó a escribir “Madame Bovary,” si tu objetivo no era defender la causa de la mujer en la historia? Le pregunté

— Varias razones, me respondió, — tanto factores personales como artísticos. Me embargaba una gran insatisfacción personal, estaba desilusionado con la mediocridad y el materialismo de la sociedad burguesa de mi tiempo. «Madame Bovary» es una crítica a los valores burgueses y a la hipocresía de la clase media rural. A través del personaje de Emma Bovary, satiricé las aspiraciones superficiales y la insatisfacción que prevalecían en la sociedad burguesa.

— ¿Qué tanto de realismo hay en tu ficción literaria?, le pregunté.

— ¿Realismo? respondió, — pues fíjate que quería explorar la condición humana de una manera realista y objetiva, sin idealizaciones. A través de Emma Bovary, retrato las luchas internas y las frustraciones de una mujer atrapada en una vida provinciana. A mí me ha preocupado la psicología del individuo y cómo los deseos y las aspiraciones personales pueden chocar con la realidad y llevar a la desilusión y la tragedia.

Flaubert hizo una pausa y se dejó venir con sus propias preguntas:

—  Me comentaste que eres escritor contemporáneo.  ¿Has escrito algo que tiene que ver con la mujer? Veo tu interés en ese tema.

Me sentí tímido en decirle que escribo, y que, sin embargo siento que él es un maestro comparado conmigo, entonces me atreví a  hablar de mi: —  Pues veras , mi primer novela fue escrita pensando en las mujeres,  inspirada por la vida de mi madre, una mujer que murió en vida y que a pesar a su fortaleza nunca logró juntar su cuerpo con su alma. Se llamaba “María Sucel. A ella la persiguieron las flores durante toda su existencia. Déjame comentarte el último párrafo de esa novela, dice: “En la funeraria reina el silencio. La puerta se abre y el destello de luz molesta la vista de quienes volteamos a mirar. Es un mensajero con una corona de nardos que alguien ha ordenado. El mensajero exclama: — ¡Flores para María Sucel!

— ¿Ella muere? Me pregunta Flaubert.

— Si, muere tal y como Emma. Contesté pesaroso. — Muere en medio de una gran desilusión y tristeza. María Sucel renuncia a ser adultera por amor a sus hijos y decide vivir con su marido compartiendo los dos una soledad acompañada que dura por décadas. Emma sin embargo muere después de ser adultera por decisión propia.

—  Vaya, que interesante analogía, no se me hubiera ocurrido hacer esos paralelos, en “Madame Bovary” me concentré estéticamente en escenificar el adulterio en una época gobernada por la masculinidad de los padres, los esposos y en muchos caso por los hermanos mayores.

— Eso pude observar mediante la lectura de tu novela. ¿Cuáles eran tus compromisos literarios?

— Estaba comprometido con el «arte por el arte» y buscaba la perfección estilística. En «Madame Bovary», demostré atención al detalle y la innovación en el uso del lenguaje, procurando una narración impersonal y objetiva. Inspirado en mujeres insatisfechas, capturé sus luchas y anhelos a través de personajes como Emma Bovary.

— Había una prevalencia del romanticismo en tu época, ¿cómo encajabas ahí?

— Deseaba diferenciarme del romanticismo, que se centraba en la emoción y la subjetividad, optando por un enfoque más objetivo y desapasionado.

— Con tus propias palabras, háblame de Madame Bovary.

— Madame Bovary es la esposa de Charles Bovary, un médico rural. La novela explora su insatisfacción y búsqueda desesperada de escapar de su realidad, llevándola a la ruina financiera y social, y finalmente, a su trágico final.

— La tragedia acompaña las grandes obras literarias. Emma Bovary construye un destino desastroso y doloroso: su ruina financiera, sus aventuras extramatrimoniales y su incapacidad para enfrentar la realidad la llevan a su trágico fin.

— Quiero felicitarte por tu prosa meticulosa y tu habilidad para representar las luchas internas de Emma con realismo.

— ¿Hablas de mi prosa? ¿Qué ves en ella?

— Tu prosa es un testimonio de tu habilidad y dedicación al arte literario. Tu estilo meticuloso y precisión lingüística crean una narrativa rica e impactante.

— Mucho agradezco tu percepción.

— Me gusta cuando utilizas descripciones minuciosas para crear una imagen vívida de la vida cotidiana. Eso contribuye al realismo.

— Adopto un enfoque impersonal y objetivo, manteniendo distancia emocional de mis personajes. Presento sus acciones y pensamientos de manera neutral, permitiendo que los lectores saquen sus propias conclusiones.

Luego, habló sobre su técnica de narración, la elección precisa de palabras, su crítica social e ironía implícita.

— En la novela puedo notar tu obsesión con la elección precisa de palabras, acoté. — Te imagino pasando largos periodos revisando y perfeccionando tu prosa para asegurarte de que cada palabra transmita exactamente lo que deseas.  

— Eso es pura carpintería de los escritores, ¿dime si no tengo la razón? exclamó.

—  En lo social no te descuidas, complementé, — escribes para que dos siglos después. quienes te leen, comprenden el entorno presente de tu existencia. Veo que utilizas la ironía para criticar la sociedad burguesa y las aspiraciones románticas de Emma.

— Esa ironía es a menudo sutil y se manifiesta a través de la disparidad entre las ilusiones de los personajes y la realidad. Me dijo, — y, aunque la prosa es objetiva, las descripciones detalladas y la ironía implícita revelan una crítica aguda de la hipocresía y el materialismo de la sociedad de su tiempo.

— Quisiera escuchar de tus labios la respuesta esta pregunta, ponle cuidado: ¿qué crees que fue fundamental para que tu prosa madurara hasta el punto de los maestros, así hayas nacido con ese talento arrollador?

— Creo que debe ser el hecho de que exploro  las emociones y los deseos internos de mis personajes con gran profundidad. Traté de expresar la complejidad de los pensamientos y sentimientos de Emma Bovary con precisión, quería que el lector comprendiese su psicología.

— ¿Te sientes cansado? le pregunté.

— ¿Cansado?… ¿de qué? me respondió, — la estoy pasando muy bien. Respondió subiendo los hombros y ofreciéndome las palmas de sus manos.

Mientras regresábamos, aproveché para hablarle sobre una novela de Gabriel García Márquez, “En Agosto nos Vemos”. Sorprendido, me preguntó quién era Gabriel. Le expliqué que era un Premio Nobel, uno de los mejores. Comentó que los premios se fundaron después de su muerte y añadió:

—  Me hubiera gustado conocer a García Márquez. Cuéntame de él.

Le respondí, comparándolos, afirmando que ambos son monstruos de la literatura, y sugerí que García Márquez pudo haberse inspirado en «Madame Bovary». Le expliqué:

—  «En Agosto nos Vemos» y «Madame Bovary» tienen diferencias y similitudes en estilo, temas y tratamiento de personajes. García Márquez, conocido por su realismo mágico, usa un estilo lírico y poético con descripciones ricas. Aunque «En Agosto nos Vemos» es más realista, mantiene elementos de este estilo y usa un narrador intrusivo. En contraste, tú, Gustave, eres el maestro del realismo, con descripciones detalladas y precisas de la vida cotidiana y un estilo impersonal y desapasionado. Las protagonistas de ambas novelas están insatisfechas con sus vidas y buscan algo más, aunque sus contextos y motivaciones difieren. «En Agosto nos Vemos» explora el deseo, la nostalgia y el redescubrimiento personal, mientras que «Madame Bovary» trata de la insatisfacción de Emma Bovary y su búsqueda de escape a través del adulterio, llevándola a un final trágico.

La caminata concluyó al llegar a mi hogar. El calèche esperaba pacientemente a Flaubert. Él no aceptó entrar a mi casa, mencionando que debía asistir a otra cita relacionada con la historia de su novela. Así terminamos nuestro encuentro, elucubrando sobre diversos temas. Para mí, fue un verdadero placer recibir una visita tan significativa y caminar con él. Sobre todo, fue importante poner en primer plano a las figuras femeninas como inspiración y seres fundamentales de la vida, luchando injustamente por la igualdad de derechos. Aunque desde que tienen uso de la conciencia gozan de la libertad de pensamiento, espero que algún día también puedan disfrutar plenamente de la libertad de sus acciones.

William es un escritor Colombo estadounidense que cautiva al lector con su habilidad para plasmar las experiencias únicas y las luchas universales de la humanidad. Originario del Eje Cafetero de Colombia, nació en Armenia y pasó su juventud en Bogotá, donde estudió Marketing y Publicidad en la Universidad Jorge Tadeo Lozano. En la década de 1980, emigró a Estados Unidos, donde se naturalizó como ciudadano estadounidense y desempeñó roles destacados como líder creativo y de imagen para proyectos de grandes corporaciones. Después de una exitosa carrera en el mundo del marketing, William decidió dedicarse por completo a su verdadera pasión: la literatura. A principios de siglo comenzó a escribir, pero fue en 2018 cuando tomó la decisión de hacer de la escritura su principal ocupación. Actualmente, reside en Coral Gables, Florida, donde encuentra inspiración para sus obras. El estilo de escritura de William se distingue por su profundidad, humanidad y autenticidad. Entre sus obras más destacadas se encuentran ‘Nos Vemos en Estocolmo’, ‘Los Mendigos de la luz de Mercurio: We the Other People’, ‘El Galpón’, ‘Flores para María Sucel’ y ‘Los Monólogos de Ludovico’.

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