Expresiones del autorOnce Upon A Time in Grámmata, Medellín

Once Upon A Time in Grámmata, Medellín

Autor: ©2025 William Castano-Bedoya
 “CRÓNICA DE TRES MILLAS” “A veces basta una sola silla ocupada para que la literatura se sienta en casa.”
Caminé temprano hoy. El sol apenas rozaba las calles de Coral Gables cuando volví a pensar en Medellín, en la sala de Grámmata, en las sillas vacías que esperaban lectores. Llegaron los míos, los que invité.
A Grámmata, mi gratitud por recibirme esa noche.
Y sin embargo, esa imagen —la de una sala a medio aire— me acompañó durante mi caminata de hoy, como un espejo honesto: la literatura también se mide por su silencio y por la soledad de sus escritores.

Ponderé muchas cosas. Medellín, una ciudad lectora y creativa, vibra con una energía que admiro, aunque esa noche no me esperaran los lectores. No me entristece; me hace consciente de la realidad que vivimos quienes escribimos fuera del ruido y de las vitrinas. Hay noches que no se llenan, y en eso también hay verdad. Lo que queda, más allá de la asistencia, es la dignidad de seguir buscando, de mantener encendida la palabra.

Las salas solo se llenan cuando la conspiración de la búsqueda ilumina el camino hacia nuevos lectores. Hay resignación —ese polo a tierra que me acompaña. Todo es real. Nuestro universo, el de los escritores independientes, está hecho de voces verdaderas, muchas veces invisibles, pero necesarias. Vivimos en un mundo saturado de palabras, donde pocas consiguen provocar asombro.

Seguiré escribiendo y compartiendo mi trabajo —¿quién lo haría si no yo?—. Tal vez Medellín me espere con otras palabras, con nuevos lectores o viejos amigos. Quizás algún día Medellín lea Ludovico, el más paisa de mis personajes; o Los mendigos de la luz de mercurio, El galpón, Flores para María Sucel, Nos vemos en Estocolmo, o alguna de las novelas que sigo escribiendo con la misma fe de siempre.

Quedaron ejemplares de mis novelas expuestos en Grámmata, para quienes deseen acercarse a ojearlos y, por qué no, leerlos. Será un acto de satisfacción personal más que una dádiva existencial: la alegría de saber que mis libros habitan un espacio donde a toda hora se respira literatura. Ese día no necesitaré una sala llena: bastará un lector que escuche.

Y aun así, el tono melancólico de mi caminata de hoy me llevó a la conclusión de que los milagros suceden.

Entonces, aquella cita en Grámmata se volvió magia. Ya no hacían falta las sillas llenas; bastó una sola, ocupada por una mujer sencilla, vestida de rojo, y su hijo. Estaban allí cuando ingresé al recinto. Algunos personajes tomaban café, y una poeta local se me acercó para mostrarme un hermoso libro editado por la misma librería. Intercambiamos algunas palabras, pues ya estábamos inmersos en la charla con mi entrevistador. Espero no haber sido desatento con ella; presumí que hablaríamos luego sobre su obra. Todo ocurría bajo la premura del tiempo, y la prioridad seguía siendo la conversación con Arbey.

Noté que esa poeta no se quedó a mi charla; solo tomaba café y departía. Poco a poco, todos se fueron. Nadie ocupó las sillas. El parche esa noche no era acompañar mi conversación. Y lo comprendí: era natural, parte del mismo azar que rige las palabras. No había decepción, solo el reconocimiento de lo efímero. Mientras ensayaba con mi entrevistador, Arbey Salazar Blandón, las preguntas que él había preparado, aquella mujer de vestido rojo se acercó y me dijo:

—Soy María Sucel.

—¿María Sucel? —le respondí sorprendido—. Qué raro nombre… solo conozco el de mi novela.

Ella sonrió.

—Mi apellido es Flores. Me llamo María Sucel Flores. Vengo a comprar tu novela y a que me la firmes.

Mi novela se titula Flores para María Sucel. Me quedé sin palabras. Era como si mis páginas se hubieran levantado del libro para darme las gracias. Le agradecí. Cuando le pregunté si era de Medellín, me respondió que había viajado desde Hermosillo, México, solo para conocerme y comprar la novela. Dijo que su hijo le había hecho el regalo de acompañarla hasta Medellín , y que me había encontrado siguiendo la publicidad que difundimos en redes sociales.

Ahí sí me sentí iluminado. Inmerecido. Gratificado. No miento cuando digo que, en medio de aquella soledad del salón, sentí que estaba completamente lleno y que mi corazón se había ensanchado. Quise abrazarla, como si algo del cosmos hubiera descendido hasta mí: la fantasía de los milagros que la literatura crea. Solo yo pude sentir ese asombro y esa gratitud.

No llegaron los locales, ni siquiera una pequeña muestra de ese público fiel que suele habitar aquel recinto sagrado. Y, sin embargo, una sola visitante —con sangre mexicana y sentimientos aztecas— colmó la noche de gracia. Alguien me dijo, por consuelo:

—Ya se libró la noche.

Le pedí a María Sucel que se sentara frente a mí, porque lo primero que hice fue reconocer su esfuerzo ante quienes me acompañaron: Amigos cercanos y familiares. Nadie ajeno a nuestro entorno cercano, solo esa mujer mexicana que me buscaba cruzando miles de kilómetros.

Le dediqué mi novela a puño y letra. Lo hice con el orgullo de quien libra su historia en el firmamento de los escritores. Cuando me dirigí a los asistentes para contar la realidad de aquella coincidencia —de María Sucel en carne y hueso—, aproveché para invitarla a alguna de las presentaciones que celebraremos con motivo del vigésimo aniversario de esa novela. Aún no sabemos dónde será —si en alguna ciudad de Latinoamérica o en los Estados Unidos—; quizá en Hermosillo, México, ¿por qué no? Pero estoy seguro de que será otro acto de encuentros y milagros.

Los minutos transcurrían en una charla hermosa.

Arbey dirigía la entrevista con la paciencia y la atención de quien realmente prepara una conversación profesional con un escritor. Disfruté cada una de sus preguntas. Su lectura, su interés genuino, su manera respetuosa de indagar en mis personajes fueron el verdadero premio de esa noche. Mil gracias a él —por escuchar, por preguntar, por hacer que el diálogo valiera más que la cantidad de asistentes—.

En medio de la conversación, Arbey me preguntó por un personaje que no veía desde hacía medio siglo, y que había encontrado reseñado en el material académico que me acompaña: Luis Fernando Parra Gallego, maestro nacido en Marinilla, que en la Bogotá de los setenta conquistaba las aulas con su sapiencia en filosofía y letras, y que fue motivo de orgullo y admiración para quienes fuimos sus estudiantes. Sin saberlo, fue él quien me inició en El Lazarillo de Tormes y en el destino irrevocable de las letras, cuando cursaba el bachillerato en un rincón de aquella ciudad.

Me sorprendió esa pregunta. He evocado a Luis Fernando como mi mentor literario de todas las épocas, aquel que, en nuestra juventud, nos contagió su sabiduría y su amor por la literatura. Fueron años maravillosos entre tertulias y bohemias literarias. El destino, simplemente, nos arrojó luego al vacío de la vida y sus vertientes. El milagro fue que, pocos días después —ya de regreso en los Estados Unidos—, logré ubicarlo. Está retirado; su formación lo llevó a ser sacerdote, y descansa sus años de retiro en Rionegro, Antioquia. Por seguro lo visitaré pronto, y hablaremos de aquellos tiempos inspiradores. Contar con su existencia es, para mí, otro milagro que surgió en Grámmata.

Pondero, mientras camino, en la gratitud que siento por mis lectores anónimos, los que me escribieron un correo sin firma ni apellido, diciendo: “Su libro no me cambió la vida, pero me acompañó cuando la mía se caía a pedazos.” Y también en los que se fueron, los que se cansaron de mi insistencia, de mi fe obstinada en la palabra. Ellos también me enseñaron el valor del silencio.

Seguiré buscando lectores que se atrevan a descubrir mis líneas, mis argumentos, mis personajes, sin la guía de un algoritmo ni el impulso de la moda. No espero más de lo que hay. No puedo hablar vox populi de salas llenas; eso no existe en mi universo. Pero sí puedo decir que los amigos me acompañan en letras, en lecturas, en anécdotas. En mi trabajo hay verdad, fe y gratitud.

Sé que pertenezco a ese ejército invisible de escritores que siguen escribiendo, aunque nadie los nombre. Y eso, lejos de entristecerme, me define. Porque escribir hoy es un acto de fe —pero también de resistencia. Fe en que aún existen almas dispuestas a leer sin prisa. Resistencia frente a un mundo que celebra el ruido y olvida la palabra. Y entonces lo comprendí: el vacío de lectores en Medellín me enseñó más que cualquier aplauso. Esa ciudad vibra en otras latitudes —en su turismo alegre, en su creatividad desbordante, en su amor por lo bello y lo inmediato.

Medellín no me debe nada. Yo, en cambio, me traje todo: su generosidad, su pulso, su gente buena, tan viva, tan entusiasta.

Porque los milagros —ya lo sé— no llenan salas.

Llenan el alma.

William es un escritor Colombo estadounidense que cautiva al lector con su habilidad para plasmar las experiencias únicas y las luchas universales de la humanidad. Originario del Eje Cafetero de Colombia, nació en Armenia y pasó su juventud en Bogotá, donde estudió Marketing y Publicidad en la Universidad Jorge Tadeo Lozano. En la década de 1980, emigró a Estados Unidos, donde se naturalizó como ciudadano estadounidense y desempeñó roles destacados como líder creativo y de imagen para proyectos de grandes corporaciones. Después de una exitosa carrera en el mundo del marketing, William decidió dedicarse por completo a su verdadera pasión: la literatura. A principios de siglo comenzó a escribir, pero fue en 2018 cuando tomó la decisión de hacer de la escritura su principal ocupación. Actualmente, reside en Coral Gables, Florida, donde encuentra inspiración para sus obras. El estilo de escritura de William se distingue por su profundidad, humanidad y autenticidad. Entre sus obras más destacadas se encuentran ‘Nos Vemos en Estocolmo’, ‘Los Mendigos de la luz de Mercurio: We the Other People’, ‘El Galpón’, ‘Flores para María Sucel’ y ‘Los Monólogos de Ludovico’.

Suscríbete a nuestro boletín informativo

Regístrate para recibir noticias sobre nuestra actividad literaria & lanzamiento de nuevas obras

    Subscribe to our Newsletter

    Sign up to get all our latest updates & book release news